21 mayo, 2014

Crónicas de Kisara - Presentaciones y partidas.


En una habitación ricamente decorada con lienzos y alfombras de grandes artistas locales, Kisara paseaba de un lado a otro, mientras su túnica rozaba el suelo silenciosamente, y el símbolo de su orden, colgado del cuello, se balanceaba rítimicamente. Esperaba al encuentro de las dos personas que había contratado para ayudarla y protegerla en el viaje que debía empezar.

Su tío, el Sr. Gillito, no había escatimado en gastos. Tras años controlando multitud de negocios relacionados con el juego, las apuestas y demás, podría decirse sin temor a equivocarse que se trataba de una de las personas más influyentes de Aguas Profundas en esos días. Tanto que había conseguido reclutar, aún sin explicarles el motivo, a las dos personas más fuertes e inteligentes de la ciudad.

Además de la compañía, su tío le había ayudado económicamente también para proveerse con un petate de lo más completo, un barco, su tripulación y la comida necesaria para todos. Desde que era muy pequeña, había estado a su cargo, y sin duda no le faltaba de nada. Aún así, Tymora le había dicho que viajara, y no estaba dispuesta a desobedecer la voz de su diosa por unas pocas comodidades. A pesar de que ella le había dicho que no necesitaba todo eso para viajar, ya que la Dama proveería en su viaje, él no hubiese quedado tranquilo de otra manera.

Llegaron juntos, puntuales y serenos. El joven semielfo ojeó rápidamente la habitación, pasearon por los cuadros y los muebles, y sus ojos reflejaron sorpresa. La joven guerrera, grande y poderosa, esperaba seria a que alguien abriera la boca. Y ella no iba a ser.

Kisara tomó la palabra para saludar y presentarse. Ella no había participado en el proceso de selección de los candidatos, así que realmente no los conocía. Les explicó en qué consistiría su trabajo a partir de ahora: guiar, ayudar y proteger. Viajarían por mar al oeste, durante semanas, para llegar al nuevo continente. Y allí, Tymora proveería, como siempre.

Salieron de la casa y caminaron hasta el puerto, sin perder ni un minuto. Allí les esperaba el barco, con la tripulación preparada y dispuesta.

-¿Todo listo, capitán? - dijo Kisara, con una sonrisa, como siempre.
-¡Todo listo! -el capitán de barco era un clérigo de mayor rango y experiencia que Kisara, pero había entrado a trabajar para el Sr. Gilito como capitán hacía un par de años-. Salimos cuando quieras.

Tras varias semanas de viaje, los tres se habían conocido algo mejor. 

Yu era un joven semielfo incomprendido, que había aprendido a sobrevivir por su cuenta cuando, en su pueblo, quisieron cortarle las manos por elfo y por ladrón. Más por lo segundo que por lo primero. Y sin duda alguna por habladurías de viejas... Seguía al capitán a todas partes, intentando aprender todo lo posible de navegación, cuando no estaba mareado o echando el desayuno por la borda. Realmente navegar no era lo suyo.

Aeldran vivía para la lucha. Era persona de pocas palabras, pero se había ganado el afecto de la tripulación al poco de llegar. Ayudaba mucho en cubierta. Además, tenía un apetito voraz, así que a partir de la primera semana el barco se había visto obligado a pescar a diario, pero ella ayudaba siempre, y con su fuerza colosal hacía las tareas pesadas mucho más sencillas para todos. La guerrera había decidido dormir en el camarote de Kisara, con la excusa de protegerla mejor. En realidad, el problema era que no entraba en ninguna cama. Prefería dormir en el suelo, y el de la clériga era el único que tenía alfombra en el barco.

Una mañana, mientras Kisara terminaba su monólogo con Tymora y terminaba un par de preparados alquímicos para los mareos de Yu, el capitán llamó a su puerta: ¡¡habían avistado PIRATAS!! O, más bien, los piratas a ellos, y no tenían pinta de querer dar la vuelta.

Casi sin darse cuenta estaban ya bajo fuego enemigo, una andanada de cañonazos, aunque el capitán pudo amparar el barco con un gran escudo de fuerza, justo antes de convocar una gigantesca tromba de fuego en medio y medio del navío pirata, haciendo que el mástil ardiera peligrosamente.

Aeldran no esperó a que abordasen. Saltó al barco, directamente, y la emprendió a espadazo limpio contra todo lo que se encontraba a su paso, incluyendo piratas asustados intentado apagar el fuego de su navío y varios lugartenientes. En cubierta, Kisara y Yu evitaban piratas y ponían a salvo a los marinos. El semielfo consiguió enredar un grupo numeroso de enemigos en una vela y dejarlos colgando como un jamón a ahumar, amarrando bien los cabos en puntos estratégicos. Kisara repetía una y otra vez oraciones de protección para su tripulación, y Tymora respondía. A pesar de sus esfuerzos, algunos compañeros cayeron.

Empapada en sangre enemiga, Aeldran metió el miedo en el cuerpo de los pocos piratas que quedaban en pié, y su capitán hizo que volvieran al barco aquellos a los que no habían apresado o matado, incluida una bestia enorme que se había batido con la guerrera con no mucho éxito. ¡Gallinas!

Con toda seguridad, no sería la última vez que se cruzaran sus caminos.


-Y ahora, ¿qué hacemos con todos estos hombres presos? -dijo Kisara, mirando hacia el grueso de piratas atrapados en la lona que se movían como sardinillas en una red.

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