07 agosto, 2014

La amenaza de Pueblo Tulipán

-¡¿Pero cómo no nos avisaste?! - Yu no salía de su asombro - ¡Podía ser importante! ¿Y si era el responsable de todo esto?
-Pero... estaba ya lejos y... no íbamos a alcanzarle, ni en carro y corriendo. ¡Ese caballo era muy rápido!
-Vaga - Aeldran mordisqueaba un poco de las raciones de viaje mientras recogía las pocas cosas que tenían desperdigadas y apagaba los rescoldos de la hoguera.

Kisara se había imaginado la escena al revés: ella los despertaba, les contaba todo alarmada y ellos la miraban con ojos de odio por haberlos despertado por algo así. Y seguirían durmiendo.

"Nota mental: lanzarse más, no pensar tanto las cosas". Se sentó con la espalda apoyada en un árbol, cerró los ojos y comenzó su rezo matutino. A veces alguno de ellos se le unía voluntariamente en sus plegarias a Tymora, pero ella sabía que tenían fe en La Dama, así que no insistía más de lo necesario.

Esa mañana preguntó a Tymora por el jinete de negro, y por todo lo que habían visto el día anterior, y le pidió protección para ella y sus compañeros. La diosa respondió a sus plegarias imbuyéndola de una energía de protección. Era la primera vez que la imbuía de este tipo de energía. "Tymora sabe lo que hay en la niebla", supo Kisara.

Se pusieron en camino pronto, y llegaron al borde del pueblo antes del mediodía. Bajaron del carro dejaron a los caballos atados a un árbol cercano. Al acercarse más a la masa de niebla vieron que, justo donde comenzaba, la hierba estaba marchita y los charcos del camino parecían ponzoñosos. Además, la niebla no era niebla: era más bien una nube de diminutas esporas que flotaban en el aire. Esporas venenosas. Kisara invocó el poder recién transferido de Tymora. 

-Esta magia nos protegerá un par de horas, pero no más. Debemos apresurarnos y estar fuera antes de que el efecto se acabe.

Aeldran encaminó la marcha, seguida de Yu y Kisara. Avanzaban lentamente, mirando a su alrededor los edificios carcomidos por el veneno, en medio de un silencio agobiante y espeso como la misma niebla. Había sido un pueblo próspero, con casas cuidadas y calles empedradas. Pero ahora nadie podía vivir ahí. Alguien había decidido acabar con el pueblo entero.

No habían pasado más de cinco minutos de exploración cuando Aeldran se detuvo de golpe en una encrucijada de caminos; había oído un leve siseo justo antes de que aparecieran 3 enormes criaturas parecidas a serpientes moradas enormes, como de tres metros de largo, que fueron hacia la guerrera a toda velocidad. Kisara temió por el grupo: eran las criaturas que había visto en su sueño. Pero Aeldran no se amilanó. Sin esperar a que vinieran, se lanzó con su espada por delante, atravesando a la primera con un tajo enorme que la hizo caer al suelo, retorciéndose. Yu corrió por la izquierda y saltó encima de otra serpiente, clavándole las dagas hasta la empuñadura. Cogió impulso, las arrancó y las volvió a clavar más arriba, intentando llegar a la cabeza mientras esquivaba coletazos y sacudidas de su siseante enemiga. Y una vez más, y otra... hasta que finalmente dejó de retorcerse y murió. Aeldran había terminado con las otras dos de forma similar, aunque había terminado con heridas sensiblemente mayores. Kisara invocó un poco de energía curativa para sanarla casi completamente. Debía guardar energía. Si las serpientes habían aparecido, pronto lo haría...

Al girar la esquina, llegaron a una plaza grande. Debía de ser la plaza principal. A la izquierda tenían un edificio de dos plantas. A la derecha lo que parecía ser el almacén principal del pueblo, donde guardaban la cosecha de nuez moscada. Justo enfrente podían distinguir una taberna, a la que le faltaban algunos cristales de las ventanas pero estaba bastante entera. Y delante de la taberna, casi como esperándolos, una criatura enorme, sin forma definida, mitad lava y mitad viento.

-Oh, Tymora, protégenos...
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