29 julio, 2014

Papeleos y visiones.

Para su sorpresa, no había que esperar cola para crear una nueva Compañía, pero para crearla había que cubrir una serie de papeleo así que, como ya era tarde, Kisara se llevó los papeles a la taberna, y allí, después de cenar, se puso a trabajar concienzudamente con la ayuda de Jeffrey. Éste había quedado muy sorprendido por la actitud de su protegida: al llegar, Kisara había reservado habitaciones para todos (2 en total, una para ella y Aeldran y otra para Jeffrey y Yu) y había pagado con el dinero que llevaba. Jeffrey le sugirió que usase el sello de la familia Gilito, pero ella había contestado que quería valerse por sí misma, sin depender en lo posible del dinero y el soporte de su tío.

Mientras estaban afanados en cubrir los papeles, Aeldran encontró un pasatiempo lucrativo: hechar pulsos con los clientes de la taberna. Ganó a todos y cada uno de los insensatos que quisieron hacerle frente, y se sacó unos nada despreciables 70 pechucos. Yu se había divertido también, viendo las caras de frustración de los contrincantes de Aeldran. Al cabo de un rato ya nadie quería competir con ella, así que volvieron a la mesa donde estaban Kisara y Jeffrey.

-¡Parece que os lo habéis pasado bien! - la sacerdotisa estaba centrada en la escritura, pero no perdía la sonrisa. - Jeffrey y yo hemos pensado un par de cosas, a ver qué os parece.
-Bien, decid.
-Vale, lo primero... estaréis de acuerdo conmigo en que residir en una taberna tiene sus partes positivas, pero también negativas. Fundamentalmente, a penas nos queda dinero para pasar la semana en la taberna y pagar la comida de los cuatro. Jeffrey me sugirió usar el dinero de mi tío una vez más, pero preferiría no usarlo si es posible. Y si se hiciera necesario, preferiría no usarlo para pagar habitaciones de taberna. Si rellenamos todo el papeleo y hacemos la Compañía, necesitamos tener una sede física, y La Jarra Helada no creo que esté interesada en acogernos.
-No, no creo. Es una pena, porque hacen un estofado... - Aeldran miró hacia la cocina. - Mira, acabo de comer y ya estoy salivando.
-Además, y en esto Jeffrey no está de acuerdo, no creo que sea seguro que venga a la misión. Es posible que haya combates y no tiene mucha experiencia en combate.
-Pero... ¡yo daría mi vida, por vos, Kisara! Combatiré hasta el final, si así me lo pedís.
-Lo sé, Jeffrey, pero no podría soportar que te pasara algo por mi culpa. Ni hablar. Además, creo que puedes ayudarnos mucho más como hemos hablado.
-Como digáis, señorita.
-Aeldran. Yu - Kisara les miró a los ojos -. Voy a usar el dinero de mi tío, pero moderadamente. Jeffrey, en lugar de venir con nosotros, se quedará en la ciudad para comprar y preprara una casa pequeña, modesta, como sede de nuestra Compañía, donde tengamos sitio para los cuatro, mientras estemos en Puerto Yuno.
-Me parece bien.
-Hm - Aeldran asintió.
-Además, me gustaría que le echarais un ojo a este documento. Es obligatorio entregar unos estatutos al crear la Compañía. Estos son públicos para que cualquiera que esté en la ciudad y quiera entrar en una pueda informarse antes si cumple los requisitos.

Kisara les tendió un par de hojas y ambos las leyeron con detenimiento. Hicieron sugerencias (sobre todo Yu), y Kisara adaptó los puntos controvertidos. Finalmente, quedó todo hecho.

Esa noche, Kisara tuvo un sueño muy inquietante: Yu yacía a su lado, desangrándose, con las entrañas saliendo por una herida profunda en el vientre. Ella, gravemente herida, intentó sanarlo pero sabía que era demasiado tarde. Cerca, lo que parecían tres colas de serpiente enormes estaban tiradas en el suelo, con mucha sangre y grandes tajos y quemaduras. Vagamente fue consciente de una lucha que tenía lugar cerca: Aeldran, herida pero aún con energía, luchaba contra una criatura extraña, mitad de lava y mitad de aire.

A la mañana siguiente, temprano, fueron a la sede de la milicia. Crearon su Compañía, la Compañía Libre del Este, y después hicieron cola para solicitar el trabajo del pueblo. El funcionario les explicó que un mercader que suele ir al pueblo una vez cada mes o así, había llegado hacía unas semanas a la ciudad diciendo que el pueblo entero había desaparecido, que no había nadie, y la cosecha de nuez moscada (el principal comercio del pueblo) estaba descuidada. Les llevaría 3 días en caballo llegar hasta la zona, pero Aeldran no podía montar a caballo con su arma (pesaba demasiado para cualquier pobre bestia de monta), así que decidieron coger un carro. 

Tanto el medio de transporte como las raciones básicas de comida las ponía el ejército. Era una forma de ayudar a las Compañías, ya que en realidad estaban haciendo el trabajo que debía hacer el ejército, pero que no podía hacer porque debía quedarse protegiendo la ciudad. A pesar de que el territorio en el que estaba el pueblo también formaba parte de la ciudad-estado de Puerto Yuno, estaba claro que el Consejo de Magos había decidido que eran recursos desechables.

Antes de partir se despidieron de Jeffrey, que quedó encargado de buscar una sede para la Compañía Libre del Este, y Kisara les contó después la visión que había tenido la noche anterior.

-Lo he meditado mucho - dijo Kisara -. Tymora me avisa de que el camino que cojo es peligroso y podríamos acabar así. Por ello, tomad. Las he hecho yo. Contienen energía curativa de Tymora. Bebedlas si os veis en apuros. Funcionan también si las usáis en otra persona, a menos que esté inconsciente o incapacitada para beber.

Le tendió a cada uno 3 frasquitos pequeños, que guardaron con cuidado entre sus cosas.

-Gracias, Kisara - sonrió Yu.
-No te preocupes. No caeremos tan fácilmente. - dijo Aeldran.
-Haré lo imposible para que la visión no se cumpla, compañeros. Ahora, poneos cómodos. Nos toca un viaje bastante largo. La Dama Tymora nos guía - sonrió sin poder eviatarlo -. ¡Nuestro primer trabajo como aventureros!

El carro avanzó por el camino, con el sonido de las ruedas sobre la tierra mezclándose pronto con trinos de pájaros y zumbidos de insectos, alejándose cada vez más de la seguridad de Puerto Yuno. Al final del día a penas se distinguían los edificios pero la luz del faro mágico cubría toda la campiña a ráfagas, intentando descubrir a los posibles atacantes en la oscuridad.


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